Un hijo de rey llamado Europa y un minero llamado Latinoamérica

(guias)



Europa está más que justificada y legitimada, sus emperadores se han dedicado a esta tarea más que a cualquier otra y sus colonizadores han dejado su vida en la obra “caritativa” hacia el nuevo mundo, aquellos que por definición son inferiores; los que llevan “poco tiempo en la tierra” y no han podido, pobres infelices, evolucionar.

Existe la concepción general de que lo Latinoamericano no es más que una copia o un territorio de aprendizaje de Europa; denominados territorios atrasados o subdesarrollados. Estos conceptos ¿bajo qué criterio de comparación se declara atrasado un país? ¿En comparación con qué país “adelantado”? ¿Y que criterios justifican este adelanto? y por último ¿acaso se puede englobar realidades tan distintas, históricas y contextuales, para catalogarlas bajo el mismo criterio?

Vamos a contextualizar:

Un día cualquiera de trabajo, después de llevar trabajando en la misma empresa 10 años, llega un señor estirado y te dice que todo lo que has estado haciendo está mal, a pesar de que a ti siempre te ha dado buenos resultados. Así que te impone su manera de hacer “progresista”, que parece que también da resultados, así que tampoco te quejas mucho, él viste mejor que tú y parece tener más experiencia, aunque no sabes de qué empresa proviene ni en qué condiciones está esta. Cinco años después del camino al progreso, bajo la autoridad del señor estirado, tú, y tus compañeros sonreís menos.

Latinoamérica vivió toda su adolescencia en lucha armada buscando poder pensar y hacer bajo sus propias formas. Lo logramos cuando ya nos quedaba poco, como tú y tus compañeros lo lograsteis cuando os quedaba poca fuerza.

Hay una serie de hechos históricos que han marcado el contexto latinoamericano del siglo XX. El primero de ellos, la revolución cubana, generada por violaciones de los derechos humanos por parte del general Fulgencio Batista (Presidente de Cuba bajo el régimen norteamericano). El golpe de estado de Guatemala, dado a manos del movimiento estudiantil de la Reforma Universitaria Latinoamericana al dictador Ubico impulsando el sistema democrático por primera vez en Guatemala, que cayó en 1954, tras una sucesión de gobiernos bajo el “socialismo espiritual”, por otro golpe de estado, esta vez a manos del militar Carlos Castillo Armas apoyado por la CIA, y que dió paso a un largo período de dictaduras militares. La dictadura de República Dominicana, resultado de la primera invasión de Estados Unidos en 1916 dando nombre a la llamada “era de Trujillo” que duró hasta 1961, y en 1965, tras 4 años de paz, se produjo otra intervención armada estadounidense que causará 12 años de dictadura a base de fraude electoral y represión. En Perú, tras un gobierno de política paternalista hacia los indígenas, en 1930 se produjo el golpe de estado de Luis Miguel Sánchez Cerro que dio paso a 60 años de dictaduras militares hasta la Revolución de las Fuerzas Armadas, con un mensaje anti-estadounidense, anti-imperialista y anti-oligarca. Por último el Neocolonialismo que provocó una dependencia de los países latinoamericanos a la materia prima de importación europea o estadounidense, con excepción de Cuba por el bloqueo.

En Latinoamérica no hubo reyes legitimando su poder “por la gracia de dios”, hubo dictaduras que no legitimaban nada, sino que servían como una especie de experimento darwinista.

Así, la humanidad es sobreviviente del desastre de la misma humanidad, de un mundo cada vez más urbanizado que nos hace perder la relación antigua con la tierra. Los hijos de Latinoamérica son ahora, entro otros, los artistas, los pensadores y los críticos.

Hablando de arte contemporáneo y democracia, está claro que se ha producido una ruptura a gran escala entre el artista y la obra, y el público. Esto tiene su origen en la pérdida del significado de la iconografía tradicional, que por cierto, ¡gracias!, pero después de tener a un público semi-enseñado a ver arte, de repente les cambiaron las formas y nadie les explicó a qué venían las nuevas, la moda subjetiva movió el mundo artístico y el concepto de bohemio se olvidó del público. Dicha ruptura se intensifica si el objeto artístico se proyecta única y exclusivamente dando círculos concéntricos alrededor del concepto ARTE. Aburrido e innecesario.


La preocupación política y el compromiso social es la tendencia que marca la práctica artística en Latinoamérica, que, aunque diferente en cuanto a territorio, sigue una línea marcada por los elementos culturales y el pasado histórico que casi toda Latinoamérica comparte, desde la colonización a la globalización. La lucha política de los años setenta latinoamericanos creará un arte de acción, que se asume como estrategia de resistencia, NECESARIA, y como forma de enseñar el “cuerpo social” invisible, que identificará el estilo característico de la performance latinoamericana. Este cuerpo social refleja un posicionamiento ideológico frente a esas realidades.

“la performance puede operar 
como un transmisor de la memoria 
traumática y también como su re-escenificación.” 
Diana Taylor 

Como afirma Aracy Amaral; crítica de arte y curadora brasileña:

“Parece posible afirmar que las acciones que distinguen, que singularizan el no-objetualismo en Latinoamérica, respecto a los demás realizados desde los años sesenta en Europa y EEUU, son las puestas en que emerge, integrada a la creatividad, la connotación política en sentido amplio. (…) Al manifestar esa intencionalidad política se revelan a sí mismos, comprometidos con el propio aquí/ahora.”

Pondremos ahora algunos ejemplos:

En Argentina, en 1968, se realizó una exposición bajo el nombre de Tucumán Arde, en las ciudades de Rosario, Santa Fé y Buenos Aires, aunque esta última fue clausurada por el poder militar. Catalogada como una acción política-estética, trataba el empobrecimiento de Tucumán, provincia argentina, como resultado del cierre de las industrias azucareras bajo las consecuencias de la aplicación de medidas neoliberales en América Latina.


“Arte es todo lo que se moviliza y agita. Arte es lo que niega este modo de vida y dice: hagamos algo para cambiarlo.”

Entre los miembros más destacados estaban Graciela Carnevale, León Ferrari, Roberto Jacoby y Norberto Puzzolo.

En México, en el mismo año, el movimiento estudiantil popular y los estudiantes de las escuelas de arte, convirtieron sus talleres y aulas en centros de producción de propaganda destinada a contrarrestar la información “oficial” del gobierno. Algunos de estos centros fueron “recuperados” por el poder militar a través de las armas.

En Brasil, Cildo Meireles realizó diversas acciones cuyo objetivo era el sabotaje político. En Venezuela, Carlos Zerpa en su trabajo activista, buscó llevar siempre el concepto arte-vida hacia la transformación social. Así encontramos en diversos rincones de Latinoamérica multitud de artistas contextuales como el activista uruguayo Clemente Padín o el Grupo Escombros.

Entonces, el cuerpo performativo en Latinoamérica se expresa a través de su construcción social, no de su forma, en un constante diálogo ente lo individual y lo colectivo, entre su interior y su entorno. Y es que es efectivo y necesario el arte político, controversial, que te impacte como un fuerte golpe al doblar una esquina y que luego, como dice Shiller, te produzca preguntas, cuestionarte la realidad. Porque no es necesario seguir las formas de hacer del señor estirado porque, según la tele, él vaya mejor vestido, él es un hombre de “PROGRESO”.

Esta necesidad impulsiva de revelarse, responde a la reserva utópica que tiene Latinoamérica, orientada a la defensa de los valores fundamentales del hombre, respondiendo así a su costumbre histórica.

Otra vez en Argentina, en los años 80, tuvo lugar el proyecto conocido popularmente como el “Siluetazo”, que se realizó en conjunto con la Tercera Marcha de la Resistencia, convocada por las Madres de Plaza de Mayo. La performance elaborada por Rodolfo Aguerrebarry, Julio Flores y Guillermo Kexe, consistió en la producción de 30 000 siluetas humanas de tamaño natural que debía devolver a la “visibilidad” a los desaparecidos del régimen militar. Se llevo a cabo una apropiación política y estética de la Plaza de Mayo de carácter inédito.

A finales de los 90’, cuando la situación política en general de los países latinos se “ablandaba”, la deshumanización del neoliberalismo evoca nuevamente a los artistas políticos que traducen estos hechos en estrategias estéticas, en trabajo conjunto con la comunidad, especialmente a partir de la práctica pedagógica y no exclusivamente en las actuaciones urbanas.

Aracy Amaral acuñó el concepto “complejo colonial” que no es otra cosa que una mentalidad que poseen los países colonizados, según la cual la metrópolis colonizadora siempre estará por encima, tanto económica como culturalmente, de los colonizados, creando una excepción de la regla “el alumno supera al maestro”. Se trata de una consecuencia psicológica del proceso colonial, cuyo efecto es tan real como el individuo lo crea. El mismo concepto también especifica la actitud de ciertos países dentro de Latinoamérica que adoptan políticas de colonización económica.

En toda esta salsa, encontramos artistas contemporáneos comprometidos con los derechos humanos, sociales y políticos, con especial acentuación en los regímenes antidemocráticos. Hoy la performatividad latinoamericana se esfuerza, aunque no exclusivamente, en criticar los proyectos de integración económica forzada de Estados Unidos y Europa, y los avances de una globalización que amenaza con aniquilar, una vez más, las identidades de los pueblos.

El arte es crítica, sale del pueblo y él te enseña a mirar por encima de las divulgaciones “oficiales”, a mirar las perspectivas que otros te esconden, a educarte en lo que aquellos te quieren inculto. Estoy harta del hijo del rey, yo prefiero mi pedacito de reivindicación.
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